Los constructores de la nueva villa

Teniente Coronel Clemente Delgado y España
FOTO: Archivo

Para el iniciador de Nueva Gerona, fundada el 17 de diciembre de 1830, caben todos los calificativos: arrojo, intrepidez, valor y audacia. Fue el Teniente Coronel de Artillería don Clemente Delgado y España, Juez Pedáneo y primer Comandante Militar de Isla de Pinos.

Seis años antes, el padre Félix Varela, precursor del independentismo, describe a esta Isla tan infestada de piratas que con dolor escucha llaman en todas partes La Argel de América, lo cual da la medida del ambiente a enfrentar por quien tuviera la tarea de fundar aquí la colonia destinada a erradicar el contrabando con aprobación de casi todos y la piratería.

Para esa empresa, don Clemente contaba solo con 14 soldados más una docena de presidiarios. Él tenía 30 años. En 1826 este hombre que sabía fundamentar por escrito sus criterios y ser exquisito en los melindres de la política cortesana, funda el primer presidio de Isla de Pinos. Lo hace en Santa Fe, donde reside de forma temporal.

En noviembre recibe a don José Hipólito Oduardo Gran-Pré, enviado del gobierno para valorar el nacimiento de una colonia. Es la segunda visita oficial recibida por Clemente a finales de año. La anterior le obligó a andar 16 días a caballo por toda la Isla. Atendía al doctor don José Labadía, quien escribiera de inmediato, por orden del capitán general de la Isla de Cuba, don Francisco Dionisio Vives, su Descripción topográfica de la Isla de Pinos. Labadía propuso, además, el nombre de Reina Amalia para la colonia que habría de fundarse.

Ilustración alusiva a Nueva Gerona en sus primeros tiempos
FOTO: Archivo

El ocho de enero siguiente termina Clemente la memoria estadística acerca de la población, la propiedad territorial y el número de ganado vacuno, caballar o de cerda. Siete meses y tres días después, el 13 de agosto de 1827, está ante el monte secular, en la vereda, frente a su obra mayor: comenzar la tala de árboles, la limpieza del terreno donde a él se ha encargado fundar la ciudad de Nueva Gerona.

Solo 18 hombres útiles, las hachas… un sol de agosto a plomo, reverbera y achicharra el mármol bajo las plantas. Nubes de mosquitos costeros; rodadores taimados, sutiles, chupan la sangre, encostran la piel; jejenes como ceniza esparcida se meten por todas partes, abrasan con su picada hasta el resudado cuero cabelludo.

El monte, inmenso; los árboles, enormes. Y la agonía de los hombres, al terminar cada jornada, apenas si marca una huella mínima en un verde salvaje y compacto.

Su primera responsabilidad es preservar los hombres a su mando, presidiarios o soldados. En esos montes agrestes hay muchos ojos enemigos espiando cada acción suya. Si lo notan desprevenido, caerán por sorpresa encima de sus hombres.

Dispone acondicionar los sitios para el encontronazo: ubica un vigía en las alturas de Columpo, organiza la defensa en la desembocadura del río Las Casas y construye un pequeño fuerte de campaña al norte de la sierra de igual nombre. Resta los enfermos, los soldados en los puntos alejados de Columpo, el río y el fuerte; los del tercio militar a pie de monte…Los dedos de las manos sobran para contar los disponibles.

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