La sonrisa de Donald Trump

Foto: Internet

Después de la palabra, la risa es el otro gran elemento de las relaciones humanas. Sirve para todo, tanto para la entrega como el disimulo y exhibe muchos matices.

Cada persona la administra a su modo, según temperamento y motivaciones: unas veces estalla en carcajadas ruidosas y otras se dibuja delicadamente como un suspiro.

Hay sonrisas siniestras, cínicas, ingenuas, insolentes, provocativas, arrogantes, que tienen de arte y de herramienta. Por eso los manuales de publicidad hacen énfasis en la importancia de una expresión risueña aplicada a la venta de los productos; se dice que: “risa llama”.

Existen, sin embargo, las inoportunas, fuera de lugar, intempestivas como un aguacero en una zona despoblada. Tal es el caso del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien permanece tan campante mientras en Puerto Rico aún se sufre por los embates del huracán María, que dejó un saldo de 34 víctimas mortales.

Un reportero tenso como quien aguarda una respuesta trascendente, le pregunta por la isla. Es aquí que aflora el desconcierto. La respuesta de Trump adopta la forma de una descomunal carcajada que brota en cascada. Los bordes de la boca se estiran como goma de mascar y la vibración cascabelera de su risa hace vibrar los sensibles micrófonos y trasmiten lo inconcebible.

Las pantallas, en un regocijado primer plano, ofrecen la imagen gozosa del presidente, alegre como un muchacho en función del circo. La teleaudiencia de costa a costa queda asombrada a tan insólito caudal de risotada que mucho contrasta con la situación que rodea ante tanto destrozo y total abandono de la ponencia que sojuzga a esa ínsula.

¿Qué es lo que divierte a Trump? ¿Acaso la estampida precipitada de una isla aleteando sobre el mar Caribe como un ave herida? ¿Tal vez las angustias de sus habitantes?

Por lo general la risa ejerce un efecto contagioso, pero en este caso nadie acompaña a Trump. La gente permanece seria, mirándose con sorpresa, mientras la risa “presidencial” recorre toda la gama de sonidos. ¿Será que se siente particularmente contento de los quebrados de ese pueblo?

La risa puede que responda a motivaciones sicológicas, como en ocasiones, que se comporta como una naturaleza defensiva; como aquel que silva en la oscuridad para esconder el miedo o pisa fuerte para brindar una sensación de aplomo y seguridad; carguemos la culpa, pues a los convulsivos nervios de un señor presidente tan impredecible como cínico, reaccionario y malvado que no deja de trasmitir desprecio por los pueblos en cada gesto y palabra con desfachatez que sigue ofendiendo al mundo.

(*) Colaborador

 

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