“Tres veces en mi angustiada vida de revolucionario cubano he sufrido las más fuertes y tempestuosas emociones de dolor y tristeza… ¡Ah! ¡Qué tres cosas! Mi padre, el Pacto del Zanjón, y mi madre…”.
Esta expresión del Mayor General Antonio Maceo Grajales revela su personalidad, pues a pesar de ser temerario e impetuoso, que en la batalla iba hacia adelante a como fuera –de ahí tantas heridas en su cuerpo–, muestra tiernos sentimientos de devoción hacia sus padres.
En la historia nacional su pensamiento político y fidelidad a sus ideas independentistas marcan pauta cuando asume una actitud intransigente ante la traición de los comisionados del Comité del Centro que firmaron la capitulación de la Gesta del ’68, a espaldas de las huestes de la zona oriental comandadas por el Titán de Bronce y sus oficiales, quienes no daban tregua al enemigo y al conocer la bochornosa noticia se niegan a deponer las armas.
Así la Guerra de los Diez Años no concluye con la desmoralización del Zanjón, sino en su reverso glorioso: la Protesta de Baraguá, la cual ocurre el 15 de marzo de 1878 en Mangos de Baraguá.
Al llegar Martínez Campos pretende convencer a Maceo de lo ventajosa que sería la paz; sin embargo, estaba claro que no era completa sin independencia, abolición de la esclavitud, ni un Estado cubano.
–¡No, –dijo Maceo– no nos en¬tendemos!
–Entonces, replicó el General Martínez Campos, ¿volverán a romperse las hostilidades?
–¡Volverán a romperse las hostilidades!, acentuó Maceo.
Días después se “rompe el corojo” y asume el timón de la guerra; ensilla de nuevo su caballo, toma las bridas y machete en mano, junto a sus hombres, va en busca del adversario.
Ellos salvaron el honor, la vergüenza de los cubanos y enaltecieron a la Patria. La Protesta de Baraguá como expresara Fidel “(…) salvó la gloria, salvó la idea, salvó la bandera (…)”.
Esta resulta trascendente porque proporciona a los patriotas, de ayer y de hoy, un arma poderosa para continuar la lucha y una vez conquistado el poder enseña que su defensa debe basarse en la intransigencia y ética revolucionarias, en la unidad, la resistencia y la decisión de vencer o morir.