La fábrica de cretinos digitales

Un libro puede alcanzar la condición de ser una voz de alarma, si advierte con urgencia, sobre los peligros de sobredosis de dispositivos  inteligentes. Ese es el caso de La fábrica de cretinos digitales. (Los peligros de las pantallas para nuestros hijos).

Su autor, el neurocientífico francés Michel Desmurget, se concentra en una pregunta: Esta “revolución digital,” ¿constituye realmente una oportunidad para los más jóvenes o bien se trata de una oscura dinámica de fabricación de cretinos digitales?

Michel Desmurget deja fuera de dudas que estamos ante una oportunidad y no se trata de satanizar las tecnologías de los llamados “nativos digitales”, “millenials”, “app generation”, o incluso “Google generation”. El asunto es, por una parte, que para que esa oportunidad se convierta en fortaleza hay que tener una brújula para navegar: la cultura y el pensamiento crítico.

Por otro lado, está el asunto más delicado y complejo: ¿cómo impactan de manera negativa los nuevos dispositivos tecnológicos en niños, adolescentes y jóvenes, en la era del “Homo digitalis”?

El propósito del autor no es llamar cretinos a los jóvenes, sino recopilar información profusa para demostrar que el abuso y mal uso de esas tecnologías terminan por crear la estandarización de comportamientos que arrancan la humanidad.

¿Las pantallas son buenas para los niños? ¿Los videojuegos de disparos como Call of Duty, son buenos para el cerebro? ¿Jugar con  la tableta es bueno para bebés? ¿Un pequeño de dos años debe permanecer durante tres horas diarias delante de una pantalla? ¿Todo ello mejora el pensamiento crítico y la comprensión de la lectura?

Un discurso dice que para nuestros infantes el advenimiento de los dispositivos es una bendición casi divina y estamos ante la generación más inteligente. Pero hay otro pensamiento contestatario
–afirma Desmurget– que incluye a premios Nobel de literatura, periodistas, profesores de Universidad, siquiatras, doctores en sicología, investigadores de Neurociencia… demostrativo de que las pantallas pueden convertirse en nocivas para el cerebro humano.

El libro prueba con abundantes datos, investigaciones, diversidad de fuentes, contraposición de teorías y miradas, que hay una disminución del coeficiente de inteligencia, afectaciones al lenguaje, a la memoria, a la concentración, además de problemas de salud como la obesidad por el tiempo dedicado a dispositivos en detrimento de actividades físicas.

Se reproducen comportamientos que sobrestimulan prácticas nocivas como alcoholismo, hábitos de fumar, ansiedad, incapacidad de interpretación de la realidad, estímulos que generan desequilibrios que afectan la socialización fuera de las redes digitales; también aparece la desesperación por estar siempre conectados o revisando notificaciones: tales son los fenómenos llamados Fomo (Fear of Missing Out).  Ese miedo a perdernos algo y que nos lleva a encender el celular para ver qué pasa en redes digitales, en detrimento del instante de disfrutar, por ejemplo, la hora de compartir en familia.

A ello se suma Internet, territorio donde se maximizan los ya existentes instintos humanos, sus pulsiones y odios, la necesidad de mirar y exhibirnos; sitio donde lo privado se funde con lo público, las opiniones pesan más que los conocimientos y la verdad es parte de un seudoacontecimiento como advertía el historiador estadounidense Daniel Boorstin. Dicho escenario favorece la dominación cultural resumida en las palabras de Paul Marat: “Para encadenar a los pueblos, hay que empezar por adormecerlos”.

¿Ante esa realidad, se debe prohibir el uso de dispositivos inteligentes? Sería descabellada esa solución. Michel Desmurget no propone recetas, solo plantea un problema grave que merece la autorreflexión.

Múltiples directivos de Silicon Valley, dueños de la industria digital, entre ellos Steve Jobs, el mítico presidente ejecutivo de Apple, tomaron medidas para proteger a sus hijos de los dispositivos digitales; ¿por qué será? Parece que captan las amenazas de estos medios para la formación integral de la persona, no quieren caer en las trampas del embrutecimiento y el idiotismo.

Varios libros se convierten en alarma porque nos indican a pensar en el pensamiento, en el “misterio de lo humano” y su facultad de vida comunitaria, en la necesidad de la palabra y los abrazos. La fábrica de cretinos digitales no es un libro para impedir el vuelo, sino la caída.

(*)  Colaborador

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