La disciplina empieza por la casa

La dueña de la casa en cuya justa entrada él acaba de tirar el envoltorio de un paquete de galletas de soda, puso cara de reclamo y salió desprendida a requerir al joven que solo prestaba atención al ruido de la música que desprendía  su celular.

Mi hijito, por favor, no me tires más basura ahí, puedes hacer el favor y botarla en el cesto, dijo la señora en un tono afable y respetuoso señalando con el dedo índice el mencionado bote, mientras el joven  hacía caso omiso, colgaba el móvil ysoltaba como respuesta: –mi tía ese paquetico no mata a nadie, ni tan siquiera muerde…

Para mayor insolencia, el muchacho daba la espalda para seguir su camino, dejando estupefacto a la dueña y a todos los vecinos que contemplaban lo sucedido.

Este hecho es apenas una de las tantas indisciplinas sociales que encontramos en nuestra sociedad.

No pueden seguir viéndose como algo normal que el vecino de al lado suba el volumen del equipo de audio hasta sobrepasar los niveles permisibles, ver en plena calle jabitas de nailon con heces fecales, el maltrato a la propiedad social, la indolencia de las personas, que algunos niños vociferen palabras oprobiosas en la vía pública y haya padres sin hacer caso omiso de las acciones de sus hijos.

Mucho afecta a la mayoría los carretoneros que transitan por las calles como si filmaran la quinta partela película Rápido y Furioso, o quienes descargan su incultura por doquier y agreden las luminarias de Paseo Martí.

Son actitudes que van en contra de las buenas costumbres, de la convivencia, del respeto hacia los demás y de nuestros principios.

La batalla contra las indisciplinas sociales, evidentemente, debe ser respaldada por el accionar más enérgico de la población y la aplicación más rigurosas de leyes ante violaciones de este tipo.

En ocasiones las autoridades responsabilizadas con hacer cumplir lo establecido aún no son lo suficientemente exigentes como para avanzar en el rescate de las buenas costumbres.

A mi juicio, el buen comportamiento, el respeto, es, ante todo, responsabilidad de la familia, la célula fundamental de toda sociedad. Como dijera nuestro Apóstol: La educación comienza en la cuna y termina en la tumba.

Los padres, abuelos y demás integrantes del hogar son los primeros que deben enseñar a sus hijos a considerar al vecino, cuidar y velar por la propiedad social, a no arrojar basura en lugares inapropiados, a no realizar acciones que puedan lacerar a la comunidad, o no ser vistos como malas personas.

Permitir tales conductas abre camino al irrespeto e indolencia, que si no se atajan a tiempo pueden ser irreversibles con su secuela de daños irreparables a la sociedad.

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