Inocencia protegida

Foto: Marianela Bretau Cabrera

“…¡Déjeme que la vida/a él, a él ofrezca!/ Para un príncipe enano/ se hace esta fiesta!”, expresa José Martí en el poemario Ismaelillo, que refleja la importancia de los niños en el desarrollo de la sociedad. Con ellos el progreso es efectivo, son la esperanza de este mundo roto por una pandemia.

Este primero de junio, Día Internacional de la Infancia, podemos celebrar en Cuba la vida y salud de los más de dos millones de pequeños y adolescentes que viven aquí, como derecho fundamental a su existencia y la voluntad de un Gobierno que exige para esas edades el mayor de los cuidados, más aún en la situación actual con los 197 casos positivos de la COVID-19 en esas primeras edades, de los cuales 178 fueron dados de alta.

Los hogares cubanos se convirtieron desde hace dos meses en el principal refugio de descanso y aprendizaje para los niños, donde las familias se las ingenian a diario con diversas actividades recreativas, juegos y el apoyo necesario en las teleclases, y con la bondad de tener los círculos infantiles abiertos para aquellas madres que deben trabajar.

Lamentablemente, la realidad es muy diferente en otras naciones, donde el nulo acceso a la salud y educación, la malnutrición, el trabajo infantil y el drama de los pequeños migrantes en EE. UU., hacinados como en prisión, marcan de manera atroz las oportunidades de vida de los que son la esperanza del mundo; por ellos luchamos, por el respeto a sus derechos, declarados por Naciones Unidas hace más de medio siglo.

Muchos son los resultados que avalan el cuidado permanente de nuestro país en esta etapa, como el acceso gratuito a la educación y la salud, las campañas de vacunación, el programa materno infantil y el Educa a tu Hijo, los círculos infantiles, la atención a aquellos con discapacidades, los hogares para niños sin amparo familiar, así como convertirse en el 2015 en la primera nación del mundo libre de la trasmisión materno infantil del VIH y la sífilis congénita.

Asegurar el futuro de nuestra especie, que crezcan felices y saludables desde la casa, enseñarles a convivir con el nasobuco y fomentar los hábitos de higiene constituyen el mayor desafío hoy, en tiempos de volver a ser niños otra vez, de jugar y proteger la inocencia.

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