Si alguien me hubiese preguntado hace unos meses la primera imagen que viene a mi cabeza cuando pienso en un valiente, de seguro mi mente habría rebuscado en la lista de superhéroes. Hoy mi respuesta no tiene rostro, género ni nombre, tiene significado.
Entre las batas verdes y los nasobucos solo se pueden distinguir sus ojos, pero es suficiente para ver dentro de sus almas. Los 14 trabajadores de la Salud que hoy cumplen con su período de cuarentena en el hotel de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) aquí, tras atender a los primeros pacientes diagnosticados con la COVID-19 en la Isla, tienen en común mucho más que su profesión.
A pesar de los días de aislamiento persisten las ojeras por descansar poco, la preocupación y la añoranza por los suyos resta tranquilidad a sus jornadas. El miedo no les es ajeno, su virtud está en sobreponerse a él, en desafiar la muerte y plantarle cara a la vida, porque el día a día actual es también muy difícil.
Ellos, que no necesitaron vítores ni precisaron de galardones por su labor, pero reciben con humildad el agradecimiento de todo un pueblo, son mi mejor estampa de un valiente. A este grupo de hombres y mujeres y los que como ellos continúan en la primera línea frente a la enfermedad, la felicitación más enérgica este Primero de Mayo y las gracias eternas por su humanismo.
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