Trece lustros han transcurrido desde aquel memorable día en que en la antigua Isla de Pinos un grupo de jóvenes entonó la letra de un himno devenido marcha. Eran las voces de los moncadistas las que se alzaban desde una ventana a lo alto para retumbar en los oídos de un dictador.
Fue en la mañana del 12 de febrero de 1954 cuando, en el ámbito de una visita del entonces presidente de la República Fulgencio Batista y Zaldívar para dejar inaugurada una nueva planta eléctrica en el recinto carcelario, los jóvenes revolucionarios “recibieron” al tirano con una lluvia de palabras que denunciaban los crímenes cometidos en Santiago de Cuba.
Conocida hoy como Marcha del 26 de Julio, trasciende de generación en generación. Por eso en esta ocasión no podía ser menos y otra vez el pueblo pinero se reunió en aquellos alrededores del otrora Presidio Modelo para rendir debido homenaje a quienes asaltaron no solo el Moncada, sino la historia al dejarla marcada con su impronta.
Fue en la justa medida que su autor, Agustín Díaz Cartalla, manifestó el ideario revolucionario en su máxima expresión del sentir que se tornaba ansioso por obtener la victoria definitiva.
Sí que fue fecunda aquella prisión de la cual se despidieron el 15 de mayo de 1955, después de que Batista les diera la amnistía, presionado por un amplio movimiento popular desarrollado en todo el país.
A 65 años de tal suceso seguimos honrando a nuestros héroes y mártires; los recordamos así, unidos ellos y los cubanos todos, apagando el fuego de las mentiras que intentan borrar nuestra historia.
Hoy las voces son las de quienes llevan en sus manos la continuidad de aquellos tiempos y entonan con mayor fervor que los de El pueblo de Cuba…arriesgaremos decididos/ por esta causa hasta la vida/ ¡que viva la Revolución!
