El riesgo de no tener percepción

Tomada de internet

El Orinoco tiene siempre el color de un río crecido. No se ve nada a través de sus aguas, pero atesora 36 tipos de peces comestibles –y otros que ¡ni se te ocurra!–, una gama de serpientes acuáticas, gimnotos capaces de reventar a un caballo con sus descargas eléctricas, rayas o mantas de larga cola terminada en aguijón ponzoñoso, y pirañas. Muchas pirañas (allí nombradas caribes) que dejan a una vaca en la osamenta en menos de cinco minutos.

Y, sabiendo todo eso, yo me bañé en el Orinoco.

Entré a sus aguas arrastrando los pies por el fondo y sin chapotear, como me enseñaron los indios waraos. Ellos conocen el riesgo y saben cómo enfrentarlo.

Pero ¿tenemos percepción del riesgo hoy frente a la amenaza del nuevo coronavirus y transponerla? Aún no lo suficiente ni en todos como necesitamos. Muchos andan con el nasobuco como un adorno de moda. Y no faltan quienes lo usen al cuello o personalicen el suyo con la tela más colorida o llamativa, y hasta le borden un Adidas o un Nike floreciente. ¡Vaya, nasobucos de marca!

Dejar que los abuelos estén en las calles y las madres vayan con sus niños a las colas, como suele verse en algunos lugares, denota ausencia de esa repetida frase de percepción del riesgo que corremos todos, incluyendo a los más vulnerables, cuando no cumplimos las medidas indicadas.

Conductas violatorias de las normas y que afectan a los demás, son también hacer caso omiso al aislamiento social, de la misma forma que esconder los síntomas ante el personal que realiza la pesquisa, y peor, evadir la vigilancia epidemiológica.

A tales actitudes estamos llamados a salirles al paso entre todos.

Incumplir las medidas sanitarias en días de la COVID-19 es más que una irresponsabilidad, poner en riesgo la salud de uno mismo, de los seres más queridos e igualmente la vida de las demás personas.

Siempre será poco para insistir en la alta responsabilidad y disciplina que requiere el momento de serio peligro que vivimos.

Es un delito la evasión de las disposiciones sanitarias en momentos de epidemia o amenaza de este tipo. Así lo contempla el Código Penal vigente, el cual establece los delitos contra la salud pública y de propagación de epidemia.

El ahora está muy lejos de aquella peligrosa aventura vivida con los indios waraos en el Orinoco venezolano.

Este, por la rápida propagación de la enfermedad y lo impredecible, pone en riesgo la vida de muchos si no hacemos lo que debemos, por ello no podemos asumir tal amenaza a la ligera y menos de manera formal, sino de forma consciente y responsable, uniendo la información, mucha disciplina, el conocimiento de las acciones de protección y la exigencia de todos en su cumplimiento cabal.

Puede ser fatal el riesgo de no tener clara percepción del peligro real.

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