El periódico de mis amores

Mientras la mayoría de mis compañeros de clases en la Universidad de La Habana, estudiantes talentosos de primer año de Periodismo provenientes de toda Cuba, no tuvieron el espacio soñado para publicar en los periódicos nacionales y locales durante el mes de práctica preprofesional, Alain Planells y yo (los de aquí) tuvimos la dicha de ser parte de las ocho páginas que conforman el Victoria, desde el día de nuestra llegada.

Éramos jóvenes, con tremendas ganas y valentía de plasmar en el semanario nuestros trabajos periodísticos, con la ingenuidad de sabernos responsables ante un público lector  muy exigente. Recuerdo ahora la redacción de mi primera información y la paciencia y pedagogía de Pedro Blanco, mi tutor en ese período de estudiante.

No olvido esa tarde donde me pareció una misión imposible escribir un texto acerca de los nuevos equipos instalados en la panadería del reparto Abel Santamaría. Tampoco la sensación de orgullo al leer mi nombre en el crédito de informaciones, entrevistas, reportajes, crónicas… realizados en el Victoria ese enero del 2012, aunque confieso que la satisfacción de seguir publicando en sus páginas no merma, sigue siendo una escuela que me nutre y exige preparación de manera constante, como cuando al graduarme pasé a integrar su plantilla.

El Victoria, desde siempre me pareció una casa, por el sentido de pertenencia y los años entregados de Mayra, Pedro, Emilio, Diego, Pepe, Dora…, entre otros que escapan de mi memoria, pero que el periódico los recuerda con justeza en las páginas archivadas cual tesoro desde la edición inicial de 1967 cuando se fundó al calor del trabajo de las brigadas juveniles provenientes de todo el país para impulsar el progreso de la Isla.

Este 20 de febrero se cumplirán 53 años de aquella plana donde un titular informaba: ¡Comenzó la zafra del kudzú! Más de cinco décadas han transcurrido, varió su nombre de Hasta la Victoria Siempre al actual, ya no se siembra el kudzú ni están en auge las escuelas al campo, pero el Victoria sigue documentando la historia de esta tierra mágica convertida en hogar de aquellos jóvenes que vinieron a desarrollarla.

A la Isla no se llega por naufragio, ya lo dijo el poeta, y al periódico tampoco, diría yo. Los que hasta aquí hemos llegado ha sido, sobre todo, por amor a la profesión, al proceso editorial de conformar ocho páginas de papel y en Internet que trascenderán en el tiempo y la memoria de los lectores, a quienes nos debemos completamente, por los que este escrito se erige, porque el Victoria siempre será mi primera escuela, el periódico de mis amores.

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