El Almirante, una fecha y dos calendarios

En su primer viaje al Nuevo Mundo, Cristóbal Colón supo por los nativos antillanos de una gran isla llamada Cuba, hasta donde se encaminó…
Foto: Archivo

Un geógrafo cubano, serio y acucioso, el doctor Antonio Núñez Jiménez, dedicó tres de sus libros a un mismo tema: El Almirante de los cien rostros, Cristóbal Colón en Cuba y El Almirante en la tierra más hermosa. En todos trató al descubridor con sumo respeto.

Ningún crimen o abuso fue cometido por mandato de aquel gran hombre o con su aliento. Murió el 20 de mayo de 1506, muy al comienzo de una conquista cruel, escapada a sus manos e inclusive a las de Fernando e Isabel, los Reyes Católicos, quienes preceptuaron a los aborígenes como súbditos propios, protegidos por sus leyes.

A mediados de abril, hace ya 528 años, Cristóbal Colón había adelantado tanto en las gestiones para lograr el respaldo de los Reyes Católicos que las después famosas Capitulaciones de Santa Fe estaban ya redactadas sobre el papel.

Con todos los títulos y poderes otorgados por ellas, su expedición salió de la barra de Saltes, a orillas del río Odiel, frente a la villa de Huelva, el viernes tres de agosto de 1492.

El seis de septiembre la armada colombina, compuesta por dos carabelas: La Pinta, La Niña y la nao Santa María, dejaron a popa la isla de Hierro, en Canarias, último punto conocido del hasta entonces inexplorado Océano Atlántico.

Y el 12 de octubre llega a la isla Guanahaní, una de las actuales Lucayas (Bermudas); la primera tierra descubierta en el Nuevo Mundo.

En adelante, y a lo largo de este viaje, ya no hubo más casualidad ni descubrimiento –en mi criterio–. Los indios que tomara Colón en Guanahaní, colmados de regalos y atenciones, lo llevaron de buena gana por las rutas de sus antepasados, bien conocidas por ellos.

Era tan denso el archipiélago alrededor que el Muy Magnífico Señor y Almirante de la Mar Océana, dos días después de topar con la primera tierra antillana, no sabía adónde ir ni cómo salir de tal laberinto.

Le preguntó entonces a “sus indios” y estos le indicaron por sus nombres a más de 100 islas e isletas.

Por tales informes, ya pudo escribir en su Diario de Navegación el nombre de Cuba, una semana antes de encontrarla.

Hecho histórico que finalmente ocurre el siete de noviembre de 1492. No se asombre, esa es la fecha verdadera; pero de acuerdo con el Calendario Gregoriano, vigente en nuestro tiempo. Calendario que le suma 11  días al Juliano, en uso cuando Colón. Por eso la fecha asentada por el Almirante en el libro de a bordo –y que de niños nos sabemos de memoria–, es otra: el 27 de octubre de 1492.

En su intensa y azarosa vida difícilmente escapara el Almirante de cuestionamientos relacionados con la violenta empresa colonizadora de la que él fue avanzada y, a la vez, también resultó víctima de los desmanes que esta representó para los nativos del Nuevo Mundo.

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