Cultura de resistencia

Hace ya dos semanas, visualicé la Mesa Redonda dedicada al tercer Congreso de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que tuvo lugar recientemente en La Habana. Las maduras intervenciones de la joven vanguardia artística, sus criterios sobre de la indisoluble unión entre Revolución y cultura, y la necesidad de una lucha sin tapujos contra la banalidad cultural, aseguran la continuidad de este movimiento cubano.

Es que desde los primeros años de la década del ’60 del pasado siglo se trazó una coherente política cultural, adecuada no solo a los tiempos que les correspondió vivir a la generación de entonces, sino con una idea general que conserva una indestructible vigencia: “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”.

Cuando en estos días los bisoños creadores debatieron acerca de su organización y sueñan un país más culto, más libre –como pedía el Apóstol– también celebramos la Jornada de la Cultura Cubana, que conmemoró el 150 aniversario de haberse entonado por vez primera el Himno de Bayamo, nacido en el fragor del combate el 20 de octubre de 1868.

Hoy con más razones y al calor de las batallas actuales merece una reflexión el impacto de la política del gobierno norteamericano en contra de nuestra nación y que daña, además, de manera muy intensa al sector cultural. El bloqueo, casi sexagenario, constituye el principal obstáculo para el pleno desarrollo cubano.

En este terreno se perciben las limitaciones, sobre todo en la enseñanza artística. La escuela elemental de arte Leonardo Luberta Noy, única de su tipo en la Isla de la Juventud, no solo fue remodelada, sino que pudo iniciar este curso escolar a pesar de las consecuencias directas del asedio económico y su incidencia brutal en la instrucción artística al prohibir la adquisición de costosos instrumentos musicales y accesorios, zapatillas y vestuarios para la danza, libros de lectura musical y cuadernos pautados, entre otros necesarios recursos que el Estado cubano garantiza a costa de incontables sacrificios.

Asimismo, se limita grandemente la comercialización y promoción de la música, las artes plásticas y la literatura. Ejemplo de ello es el impago a algunas agrupaciones que se han presentado ante el público estadounidense y la inoperancia de las agencias cubanas de representación y producción artística en ese cotizado mercado.

Unido a esto se articula la subversión política promovida desde el imperio, centrada en la dispersión de nuestros valores culturales y en enajenar a nuestros profesionales de las instituciones del país como toda una estrategia que ha confundido y arrastrado a no pocos que le hacen el juego a esta táctica anticubana.

Mas, la cultura cubana persiste, fundada en el areíto indígena, en el “bonito y sabroso” del Benny, en los lienzos de Carlos Enríquez y Wifredo Lam, en las dulces piruetas de Alicia y en los poemas de Guillén y Carilda. El iluso Kennedy pensó en 1962 que su “embargo” mataría de hambre a los cubanos y pondría fin a esta Revolución del Caribe, de América toda y del nuevo mundo.

En estas casi seis décadas esa hostil decisión de la Casa Blanca ha costado a nuestro pueblo más de 134 mil 499 millones 800 mil dólares a precios corrientes.

Pero seguiremos demostrando, como lo hicimos este primero de noviembre ante la ONU, el total fracaso y aislamiento que tiene en el orbe esta genocida política.

Los cubanos ya vencimos al bloqueo y hemos hecho de nuestro curso histórico una lumbrera para los pueblos que luchan por su autodeterminación, porque lo que nunca podrán bloquear es nuestro ingenio, nuestra autenticidad, lo que somos. Jamás podrán arrebatarnos nuestra sonrisa, la que en gran medida se debe a nuestra infinita cultura.

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