Cinco décadas regalando arte

Foto: Gerardo Mayet Cruz

La Villa de la Santísima Trinidad, tercera fundada por los españoles a inicios de 1514, hoy convertida en una de las ciudades mejor conservadas de América e inscrita en la Lista del Patrimonio Mundial por la Unesco en 1988, le legó a su gente un sitio de incomparable atractivo, sin embargo a los pineros nos dio un artista, José Demetrio González Puig.

Dicho así podría confundir a muchos, sobre todo a quienes no conocen a profundidad su historia, porque desde que llegó a este mundo es sencillamente para todos Vladimir, quien este año arribó al medio siglo de vida artística.

Nos cuenta que ese largo trayecto por el universo del arte comenzó desde bien temprano cuando apenas era un niño, lo heredó de su madre quien fuera una reconocida artesana en esa localidad.

“Di mis primeros pasos incursionando en la Casa de la Cultura de Trinidad hasta que me trasladé cuando iba a cumplir 15 años para la Escuela Provincial de Arte de Cienfuegos.

“Estando ahí fui captado para la Escuela Nacional de Arte (ENA) donde estudié y una vez graduado en la especialidad de Pintura y Dibujo, me enviaron para la Isla en 1972 formando parte de una brigada artística integrada por exponentes de todas las manifestaciones del arte para trabajar en las escuelas en el campo que existían en ese momento”.

Laboró como instructor impartiendo clases de apreciación y realizando talleres en las noches en las propias escuelas. Así inició su vida como profesional dentro del arte. Destacó que dentro de la plástica prefiere la pintura porque siempre fue su fuerte y le atrae realizar paisajes.

“Tengo mis obras características, las primeras con las cuales comencé, sobre las interioridades de las flores y las semillas. Cuando las hacía llamaban la atención y generaban cierta polémica debido a que el interior de la semilla y la flor poseen bastante similitud con el interior de la mujer en cuanto a la fecundación.

“En el momento de pintar utilizo todas las técnicas posibles, si estoy empleando el óleo y me percato que en el mismo cuadro puedo usar acrílico, cambio del óleo para el acrílico y así logro una mezcolanza dentro de la propia mezcla.

“También estoy incursionando en la cerámica desde hace algún tiempo, ya tenemos algunos trabajos realizados además de las participaciones en el evento Todo Cerámica aquí en el territorio del cual soy fundador.

Vladimir, cuyo nombre encierra un enigma que más adelante descubriremos, ha realizado múltiples exposiciones personales y participado en innumerables colectivas, obteniendo diversos premios y condecoraciones que avalan su contribución a la cultura pinera también sumando otras realizaciones y desde la docencia.

“Siempre que tenga oportunidad y la obra, ahí estaré, la última colectiva en la cual intervine fue el Salón Municipal de Artes Plásticas Pablo Porras Gener, asimismo he participado en bienales como la de Sancti Spíritus de Cerámica a la cual pretendemos asistir en próxima edición.

“He alcanzado premios en varios eventos, significativo y a nivel nacional puedo mencionar el Primer Premio al logotipo del Torneo Nacional de Boxeo Playa Girón celebrado en la Isla en 1975, porque también me especialicé en Diseño Gráfico y Grabado”. Como condecoraciones ostenta la medalla Raúl Gómez García por años de labor en la Cultura y la recibió cuando arribó a los 20 años de faena en ese ramo.

“Trabajé en el Consejo Municipal de las Artes Plásticas hasta el 30 de noviembre que me llegó la jubilación, lo cual no significa que estoy retirado, pues mientras la mente esté funcionando y la actividad física no decaiga podemos seguir haciendo obras”.

Finalmente sobre el misterio que envuelve su nombre nos reveló: “En aquellos años no es como en la actualidad que a las personas las inscriben en el hospital, anteriormente se hacía en el juzgado. A mí me fue a inscribir mi abuelo, el padre de mi papá, y a él no le gustaba el nombre de Vladimir que había escogido la familia, entonces me nombró José Demetrio porque nací el ocho de octubre Día de San Demetrio, y no le dijo a nadie, así todos pensaron que me había puesto Vladimir.

“Según mi mamá él fue el único que nunca me llamó Vladimir, me decía José, pero lo atribuían al nombre de mi padre. En definitiva falleció sin decir nada y cuando fui a matricular en la secundaria básica buscando en la inscripción de nacimiento fue que nos percatamos que no aparecía ningún Vladimir, solo José Demetrio”.

Hoy con 66 años continúa trabajando en el taller Proyecto Sol de Elías Heredia, donde lo encontré, dispuesto a seguir aportando a la cultura pinera sin inconveniente a que lo llamen José, Demetrio o Vladimir.

 

Foto: Gerardo Mayet Cruz

 

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Yuniesky La Rosa Pérez
Yuniesky La Rosa Pérez

Licenciado en Comunicación Social en la universidad Jesús Montané Oropesa, Isla de la Juventud

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