Arrojo escrito con sangre hace 60 años

El frustrado levantamiento armado del 13 de marzo de 1957, ejecutado por el Directorio Revo­lucionario (DR), no apacigua la decisión de los sobrevivientes de enfrentar la antipopular dictadura de Fulgencio Batista hasta derrocarla.Ni el fracaso del asalto al Palacio Presidencial para ajusticiar al tirano que huye por una salida secreta, ni la irreparable pérdida de su líder estudiantil José Antonio Echeverría, al caer acribillado a balazos cerca de la escalinata universitaria tras la infructuosa toma de la emisora Radio Reloj, les hace desistir de sus ideales.

A pesar de la persecución por el sátrapa, los combatientes logran reunirse y eligen a Fructuoso Rodríguez secretario general del DR y presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

Bajo sus orientacionesreorganizan el aparato clandestino en La Habana,rescatan la red insurreccional y reactivanlos contactos elmovimiento en Pinar del Río, Las Villas y otras provincias.

Ellos deciden no huir fuera de Cuba, rearmarse, definir nuevas tácticas, preservar la FEU, seguir unidos y vencer o morir, entre otros propósitos. Por infortunio sortean grandes dificultades como no disponer de refugios ni casas seguras para esconderse.

A duras penas consiguen un alquiler en La Habana en un apartamento del edificio marcado con el número siete de la calle Humboldt, donde a causa de un chivatazo esbirros sedientos de sangre dan con el paradero de cuatro indefensos jóvenes enrolados en la patriótica acción y los asesinan el 20 de abril de ese año.

Juan Pedro Carbó Serviá es fulminado en el pasillo cuando trata de escapar. José Machado Rodríguez y Fructuoso Rodríguez se tiran por una ventana. Este queda inconsciente por la caída, mientras Ma­cha­dito se quiebra ambos tobillos e intenta levantarse, entonces los sicarios losaniquilan y apagan su voz cuando dice: “¡No nos maten, que estamos desarmados!”.

En tanto, al descender Joe Westbrook Rosales hacia el piso inferior las hienas le quitan la vida, arrastran su cadáver y dejan una estela de sangre. Desafiantes los vecinos gritan: ¡asesinos!

El abominable crimen alcanza gran repercusión. Cientos de jóvenes de la ciudad y el campo se integran a la revolución. El Directorio Revolucionario organiza guerrillas en el centro del país,  se pone bajo las órdenes de Ernesto Guevaray con sus hermanos de la Sierra Maestralibrancontiendas como la batalla de Santa Clara. Al caer la tiranía, el pueblo toma el poder con los jóvenes al frente.

A casi 60 años del horripilante suceso, el heroísmo de aquellos estudiantes universitarios consecuentes con sus principios y convicciones hasta su muerte se recuerda como hermosa página de la historia y son paradigmas para las nuevas generaciones hoy.

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Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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