Rostros que se reconocen a pesar de los años y las distancias, historias que confluyen en un punto: nacidos aquí o no, todos son hijos de esta tierra. Esa fue la energía que reinó durante el Encuentro con la Historia, una de las iniciativas más singulares llevadas a cabo durante la jornada de celebración del 40 aniversario de la Isla de la Juventud.
Gracias fue la palabra de orden entre quienes protagonizaron ese fragmento de la epopeya pinera y aprovechan hoy la oportunidad para reconocer todo cuanto aquí ganaron, los amigos, las enseñanzas, el calor de hogar que se respiraba aún en los campamentos.
Jimy, Nancy, Malena y otros narraron sus peripecias sin pretender engrandecerse. Convencidos de que cada generación es hija de su tiempo hablaron sin tapujos de las escapadas a tomar traguitos y compartir amores, de los errores que se cometieron y sobre todo del orgullo que representaba trabajar en pos de hacer realidad en esta ínsula el sueño que, guiado por Fidel y el Partido, convocara a miles de jóvenes de cualquier rincón de nuestra geografía.
Las cabezas asintiendo y las sonrisas que afloraron ante el recuerdo no dejaron duda alguna de que la mayor verdad de todo cuanto se habló es que a pesar de las dificultades, el trabajo en esta Isla nunca fue para nadie un castigo ni una obligación, sino la recompensa ante el comprometimiento de la más joven generación con la causa revolucionaria pues como dijeran varios,- Aquí vinimos a trabajar-.
Nunca pudo el cansancio ser más fuerte que las ganas de coger un pico y una pala y cavar o sembrar un surco más del que tocaba solo para batir la sana competencia, ese era el mérito más anhelado.
Retomar la historia fue para los congregados la reafirmación de que una vez que pasaron por aquí, siempre pertenecerían a esta Isla porque ser pineros es pensar en ella, sentir por ella.
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