Su nombre encarna a la dama inteligente, de coraje y llena de gracia. Muy bien demuestra Ana Betancourt, la insigne patriota camagüeyana de familia acaudalada, su arrojo cuando adelantándose a su siglo solicita la emancipación femenina.
“Ciudadanos: la mujer, en el rincón oscuro y tranquilo del hogar, esperaba paciente y resignada esta hora hermosa en que una revolución nueva rompe su yugo y le desata las alas.
“Ciudadanos: aquí todo era esclavo: la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. ¡Llegó el momento de libertar a la mujer!”.
Pronuncia su proclama al calor de la Primera Asamblea Constituyente de la naciente República en Armas, que acontece en Guáimaro, Puerto Príncipe, entre el diez y el 12 de abril de 1869, donde los delegados firman la primera carta magna mambisa, aprueban la enseña nacional, eligen a Carlos Manuel de Céspedes presidente y logran la unidad del movimiento revolucionario.
Casada con el hacendado Ignacio Mora de la Pera ambos hacen suya la causa independentista, comparten los rigores de la guerra en la manigua y en julio de 1871 una tropa enemiga los sorprende y ella consigue que su esposo huya, pero cae prisionera en manos de los colonialistas, quienes le exigen que escriba a Ignacio pidiéndole la rendición. La respuesta fue tajante: “Prefiero ser la viuda de un hombre de honor a ser la esposa de uno sin dignidad y mancillado.”
Bajo una ceiba, a la intemperie, en la sabana de Jobabo, la mantienen tres meses como carnada para atraer al coronel Mora. Logra deshacerse de sus captores, llega a La Habana y después vive en México, Nueva York y Jamaica, donde en noviembre de 1875 conoce la noticia del fusilamiento de su marido.
El siete de febrero de 1901 fallece en Madrid, España y sus restos los traen a La Habana por gestiones de Celia Sánchez Manduley, luego los trasladan a Guáimaro, donde reposan en un mausoleo erigido a su memoria en la ciudad camagüeyana.
Vilma Espín Guillois, continuadora de ese legado, refiere: “Con palabras vibrantes y bellas, Ana Betancourt plantea hace un siglo que se desataran las alas de la mujer para que pudiera participar en todo. Por suerte, esas palabras quedaron para la historia y nosotras en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) las hemos utilizado muchas veces”.
En honor de la excepcional mambisa crean la Orden al Mérito Ana Betancourt para reconocer a las mujeres que contribuyen de forma destacada en la defensa de los valores femeninos, revolucionarios, internacionalistas o laborales.
Ella sirve de referente a las Escuelas Ana Betancourt, proyecto de la FMC al comienzo de la Revolución, el cual trajo a la capital a
14 000 jóvenes campesinas de las Sierras Maestra, Cristal y Escambray para enseñarles el oficio de corte y costura y garantizarles su presente y futuro. Final del formulario