Amanece otro enero en tu quietud deshecha
y percibes el murmullo de las calles
que te trae el viento.
¿Cómo decirles a tus pinos
que han envejecido por el ocio de tus noches?
Que el ruido en el reloj nos intimida
al no saber renovar la edad de nuestra existencia.
Duele mirar la lluvia sobre tu esqueleto
si el principio es una estancia breve
y el frágil rincón de un sueño en su vestíbulo.
Evitar el juego de olvidarnos y caer al vacío
es sorprendernos mientras vuelan las mariposas
y quedamos quietos
aun sin la experiencia.
Amanece otro enero
y no bastará decir que te recuerdo
si definitivamente
la inflexibilidad de las distancias
está a la intemperie.
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