Al amparo de unos recuerdos

Tengo las imágenes fijas en mi mente y la nostalgia en los ojos como si volviera a ver aquel acto o escuchara de nuevo las palabras de las autoridades locales y de Salud Pública ese día de septiembre en el reparto Juan Delio Chacón, cuando presentaron a los cinco galenos escogidos para comenzar el Programa del Médico y la Enfermera de la Familia en la Isla de la Juventud.

Ese primer grupo de recién graduados en el curso 1983-84 puso en práctica el nuevo modelo de medicina familiar surgido, meses antes de forma experimental, por iniciativa de Fidel, en la barriada habanera de Lawton, el cuatro de enero de 1984, y luego extendido al resto de la nación.

Los presentes percibieron el simbolismo implícito al seleccionar el pequeño poblado, próximo al recinto carcelario donde los jóvenes de la Generación del Centenario convirtieron casi dos años de encierro en prisión fecunda y Fidel desde su celda redactara su alegato de autodefensa, La historia me absolverá.

Pero ninguno imaginó la dimensión que alcanzaría el Programa basado en mejorar el estado de salud de la población con acciones integrales a la persona, la familia, la comunidad  y el medio ambiente, además de servir de acicate para la superación de los facultativos, que después de la familiarización entraron de lleno en el estudio de la especialidad de Medicina General Integral.

Esta especialidad no tenía antecedentes en el país; sin embargo, en el orbe existían formas parecidas de atención médica, pero con bases sociales cualitativamente diferentes.

Recuerdo como si fuera hoy, que ubicaron en Chacón a los doctores Aimara Calderín Ramos, René Macías Betancourt –se casó y tuvo hijos con una muchacha de allí– y Sergio Griñán Magriñat quienes consultaban en los portales de las casas y en una de las postas del Monumento Nacional Presidio Modelo hasta que fueron construidos los consultorios con apoyo de los vecinos.

En tanto, a Maura Águila Hernández la enviaron para la fábrica de cerámica Segundo Congreso y a Elena González González, al seminternado Abel Santamaría Cuadrado.

De manera que ellos y los otros que vinieron, con sus pesquisas activas generaron en el sistema de salud transformaciones al fortalecer el nivel primario y mejorar los principales indicadores como la reducción de la tasa de mortalidad infantil, el aumento del control de las enfermedades crónicas no trasmisibles, la disminución de las trasmisibles y de las infectocontagiosas.

Aunque durante los 38 años del Programa –esencialmente preventivo– ha tenido luces y sombras, no podemos olvidar que el impacto del bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba también lo ha lacerado; no obstante, los protagonistas de esta iniciativa sanitaria continúan en su afán por elevar la calidad de vida.

Por cierto, bien vale preguntarse, ¿qué hubiese pasado en estos casi dos años de aislamiento y angustia debido a la pandemia por la covid 19, si no existieran los médicos y enfermeras de la familia? Ellos son el soporte en el combate contra el coronavirus y con su entrega ponen en riesgo sus propias vidas para salvar la de otros, llevan el peso de la inmunización con las vacunas cubanas.

Los cinco iniciadores del programa de atención a las 120 familias en la Isla, se multiplicaron en 198 especialistas en Medicina General Integral, lo cual permite que todos se beneficien con sus servicios.

En el territorio hay tres policlínicos con dos grupos básicos de trabajo cada uno y 80 consultorios; de estos, 72 con médicos y enfermeras, y ocho solo con enfermeras.

Ellos con su actitud honran las palabras de Fidel cuando dijo: “(…) nunca una idea o un programa de salud se desarrolló tanto y tan rápido, ni ha producido tantos frutos, como esta idea y este programa del médico de la familia”.

 

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Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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