Aniversario 60 del Combate de El Uvero: Una batalla por solidaridad

En el poblado de El Uvero, al pie de la Sierra Maestra en su costa sur, en mayo de 1957 las fuerzas de Fulgencio Batista reforzaron el cuartel con un destacamento de 60 soldados, fuertemente equipados, y aunque el destino de esa unidad era inexorablemente sufrir el cerco y la derrota a manos del Ejército Rebelde, un acontecimiento inesperado adelantó el fin.

Hasta principios de 1957 la presencia militar en El Uvero consistía en una pareja de soldados dedicada fundamentalmente a cuidar los intereses de la compañía maderera existente en este lugar, pero ya en el mes de mayo, como parte del reforzamiento militar que la dictadura había llevado a cabo en las montañas orientales, había allí un contingente de 50 hombres.

Los servicios de inteligencia de la dictadura batistiana penetraron los planes de un grupo de revolucionarios dirigidos por Calixto García White, que viajaban rumbo a Cuba a bordo del yate Corinthia, el cual inició la travesía el 19 de mayo desde Miami.

El desembarco de los 27 expedicionarios ocurrió en la costa norte de la actual provincia de Holguín, donde el coronel Fermín Cowley, jefe militar de la región, los esperó con cientos de soldados y asesinó a la mayoría de los expedicionarios, entre ellos a su jefe, e impidió que se establecieran en la Sierra Cristal como eran sus planes.

Fidel Castro, al frente del entonces incipiente Ejército Rebelde, conoció de la expedición y para desviar la atención de la soldadesca enemiga que iría tras la persecución de quienes arribarían por mar decidió realizar el ataque contra la guarnición de El Uvero, expresó en su reflexión del primero de junio de 2012, titulada “Un esclarecimiento honesto”.

Destacó que un fuerte sentimiento de solidaridad los llevó a una decisión difícil que ponía en gran peligro la existencia de los rebeldes, pero prevalecieron los valores de lealtad con los que combatían a la dictadura sin importar a qué tendencia u organización insurreccional pertenecían.

En esa época, el núcleo insurreccional de alrededor de 100 combatientes se iniciaba en su estrategia de realizar emboscadas en los caminos y vías de acceso, en las cuales el factor sorpresa y el dominio del terreno montañoso permitían hacer bajas, sin casi pérdidas.

Más adelante pasaron al cerco y aniquilamiento de unidades enteras del ejército batistiano en sus ofensivas o intentos de operar en la Sierra. Pero en mayo de 1957 faltaba más de un año para esa etapa.

De ahí que asaltar una posición bien defendida, sin armas pesadas, ni grandes cantidades de parque, como sucedió en El Uvero, representó una durísima prueba para el Ejercito Rebelde en formación.

Con informaciones escasas e imprecisas en la madrugada del 28 de mayo, el Comandante en Jefe inició el ataque al cuartel de El Uvero con un disparo de su fusil de mira telescópica que destruyó la planta de radio e impidió a la soldadesca solicitar refuerzos, en especial de la aviación.

Los bombardeos aéreos representaban un riesgo para los rebeldes, enfrascados en un combate frente a un enemigo que casi lo igualaba en número, bien atrincherado en fortines hechos de gruesos troncos de madera que tuvieron que ser tomados uno a uno con un gran derroche de coraje y vidas de los atacantes.

Juan Almeida resultó impactado en el pecho y se salvó porque una cuchara que llevaba en el bolsillo atenuó la herida. Guillermo García mantuvo el fuego y neutralizó uno de los fortines. Ernesto Che Guevara disparaba parado con un fusil ametralladora que se encasquillaba.

Raúl Castro avanzó con su pequeño pelotón contra otro de los fortines de troncos, todo en una carrera contra el tiempo antes de que fuera a aparecer la aviación.

Así fue transcurriendo el asalto, hasta que los soldados se rindieron después de alrededor de tres horas de acción bélica.

Casi la tercera parte de los participantes resultaron muertos o heridos. Las fuerzas rebeldes tuvieron siete bajas y ocho heridos, entre ellos Juan Almeida, mientras que las fuerzas batistianas perdieron 14 hombres y totalizaron 19 heridos. Solo unos pocos soldados pudieron escapar.

Los revolucionarios ocuparon decenas de fusiles, armas cortas y miles de proyectiles y sobre todo en la tropa se acrecentaron el espíritu de lucha y la decisión de vencer.

El ejército de Fulgencio Batista también sufrió una gran desmoralización al comprobar que los rebeldes no asesinaban a los prisioneros que fueron liberados el propio 28 de mayo, después de atender sus heridos, mientras ese mismo día el esbirro Fermin Cowley ultimaba a 16 prisioneros del Corinthia.

El Che y sus valoraciones acerca del Combate de El Uvero

Como el combate que marcó “la mayoría de edad del Ejército Rebelde”, calificó Ernesto Che Guevara a la acción librada por la fuerza guerrillera en El Uvero, zona existente en uno de los llanos costeros abiertos entre los espolones montañosos de la vertiente sur de la Sierra Maestra.

El Uvero se localiza en el actual municipio de Guamá, en la provincia de Santiago de Cuba.

Después de varios meses de haberse producido el reinicio de la lucha revolucionaria tras el desembarco de los expedicionarios del Granma, y la reorganización de la tropa rebelde y de entrenamiento de los nuevos combatientes, sobre todo de aquellos que procedían de la ciudad y no estaban acostumbrados a la vida en la montaña, Fidel Castro consideró que el Ejército Rebelde se hallaba en condiciones de enfrentarse exitosamente a los soldados de la dictadura.

Tras el triunfo de la Revolución al escribir acerca de sus vivencias en la guerra de liberación nacional, el Che evocó la significación que tuvo el combate de El Uvero para la tropa rebelde y al respecto expresó:

“Para nosotros  fue además, la victoria que marcó la mayoría de edad de nuestra guerrilla. A partir de este combate, nuestra moral se acrecentó enormemente, nuestra decisión y nuestras esperanzas de triunfo aumentaron también, simultáneamente con la victoria y, aunque los meses siguientes fueron de dura prueba, ya estábamos en posesión del secreto de la victoria sobre el enemigo”.

Una vez concluido el combate del Uvero, el Che tuvo su reencuentro con su profesión de médico al atender a los heridos tanto a los combatientes rebeldes como a los soldados del régimen  dictatorial.

Al rememorar ese instante en el trabajo que publicó años después en la revista Verde Olivo, en la edición correspondiente al 4 de febrero de 1962: “El reencuentro con la profesión médica tuvo para mí algunos momentos muy emocionantes”.

El Che recordó que atendió primero a uno de los integrantes del ejército Rebelde  que se hallaba muy grave porque una bala tras haberle partido su brazo derecho y atravesar el pulmón aparentemente se le había incrustado en la columna y le había privado del movimiento en las dos piernas.

“Su estado era gravísimo y apenas si me fue posible darle algún calmante y ceñirle apretadamente el tórax para que respirara mejor”. Precisó el Che que trataron de salvarlo de la única forma posible, es decir dejarlo en poder de los soldados contando con la garantía del honor del médico de atenderlo porque era imposible poder trasladarlo. Igualmente detalló el Che que cuando se lo comunicó al combatiente éste:

“Me saludó con una sonrisa triste que podía decir más que todas las palabras en ese momento y que expresaba su convicción de que todo había acabado. Lo sabía también y estuve tentado en aquel momento de depositar en su frente un beso de despedida pero, en mí más que en nadie, significaba la sentencia de muerte para el compañero y el deber me indicaba que no debía amargar más sus últimos momentos con la confirmación de algo de lo que él ya tenía casi absoluta certeza.”

En los días posteriores al combate del Uvero, Fidel encomendó al Che el cuidado de los combatientes rebeldes que se hallaban heridos.

Fue así cómo se decidió que en la práctica se creara otra pequeña Columna que sería dirigida por el Che, la que con el decursar de las siguientes semanas se fue nutriendo con otros combatientes y estuvo en condiciones de librar en forma exitosa enfrentamientos con los soldados de la dictadura batistiana, como serían los acaecidos en las zonas de Bueycito y El Hombrito, respectivamente. (Fuente/Cubadebate, ACN y Radio Rebelde)

Hasta principios de 1957 la presencia militar en El Uvero consistía en una pareja de soldados dedicada fundamentalmente a cuidar los intereses de la compañía maderera existente en este lugar, pero ya en el mes de mayo, como parte del reforzamiento militar que la dictadura había llevado a cabo en las montañas orientales, había allí un contingente de 50 hombres.

Los servicios de inteligencia de la dictadura batistiana penetraron los planes de un grupo de revolucionarios dirigidos por Calixto García White, que viajaban rumbo a Cuba a bordo del yate Corinthia, el cual inició la travesía el 19 de mayo desde Miami.

El desembarco de los 27 expedicionarios ocurrió en la costa norte de la actual provincia de Holguín, donde el coronel Fermín Cowley, jefe militar de la región, los esperó con cientos de soldados y asesinó a la mayoría de los expedicionarios, entre ellos a su jefe, e impidió que se establecieran en la Sierra Cristal como eran sus planes.

Fidel Castro, al frente del entonces incipiente Ejército Rebelde, conoció de la expedición y para desviar la atención de la soldadesca enemiga que iría tras la persecución de quienes arribarían por mar decidió realizar el ataque contra la guarnición de El Uvero, expresó en su reflexión del primero de junio de 2012, titulada “Un esclarecimiento honesto”.

Destacó que un fuerte sentimiento de solidaridad los llevó a una decisión difícil que ponía en gran peligro la existencia de los rebeldes, pero prevalecieron los valores de lealtad con los que combatían a la dictadura sin importar a qué tendencia u organización insurreccional pertenecían.

En esa época, el núcleo insurreccional de alrededor de 100 combatientes se iniciaba en su estrategia de realizar emboscadas en los caminos y vías de acceso, en las cuales el factor sorpresa y el dominio del terreno montañoso permitían hacer bajas, sin casi pérdidas.

Más adelante pasaron al cerco y aniquilamiento de unidades enteras del ejército batistiano en sus ofensivas o intentos de operar en la Sierra. Pero en mayo de 1957 faltaba más de un año para esa etapa.

De ahí que asaltar una posición bien defendida, sin armas pesadas, ni grandes cantidades de parque, como sucedió en El Uvero, representó una durísima prueba para el Ejercito Rebelde en formación.

Con informaciones escasas e imprecisas en la madrugada del 28 de mayo, el Comandante en Jefe inició el ataque al cuartel de El Uvero con un disparo de su fusil de mira telescópica que destruyó la planta de radio e impidió a la soldadesca solicitar refuerzos, en especial de la aviación.

Los bombardeos aéreos representaban un riesgo para los rebeldes, enfrascados en un combate frente a un enemigo que casi lo igualaba en número, bien atrincherado en fortines hechos de gruesos troncos de madera que tuvieron que ser tomados uno a uno con un gran derroche de coraje y vidas de los atacantes.

Juan Almeida resultó impactado en el pecho y se salvó porque una cuchara que llevaba en el bolsillo atenuó la herida. Guillermo García mantuvo el fuego y neutralizó uno de los fortines. Ernesto Che Guevara disparaba parado con un fusil ametralladora que se encasquillaba.

Raúl Castro avanzó con su pequeño pelotón contra otro de los fortines de troncos, todo en una carrera contra el tiempo antes de que fuera a aparecer la aviación.

Así fue transcurriendo el asalto, hasta que los soldados se rindieron después de alrededor de tres horas de acción bélica.

Casi la tercera parte de los participantes resultaron muertos o heridos. Las fuerzas rebeldes tuvieron siete bajas y ocho heridos, entre ellos Juan Almeida, mientras que las fuerzas batistianas perdieron 14 hombres y totalizaron 19 heridos. Solo unos pocos soldados pudieron escapar.

Los revolucionarios ocuparon decenas de fusiles, armas cortas y miles de proyectiles y sobre todo en la tropa se acrecentaron el espíritu de lucha y la decisión de vencer.

El ejército de Fulgencio Batista también sufrió una gran desmoralización al comprobar que los rebeldes no asesinaban a los prisioneros que fueron liberados el propio 28 de mayo, después de atender sus heridos, mientras ese mismo día el esbirro Fermin Cowley ultimaba a 16 prisioneros del Corinthia.

El Che y sus valoraciones acerca del Combate de El Uvero

Como el combate que marcó “la mayoría de edad del Ejército Rebelde”, calificó Ernesto Che Guevara a la acción librada por la fuerza guerrillera en El Uvero, zona existente en uno de los llanos costeros abiertos entre los espolones montañosos de la vertiente sur de la Sierra Maestra.

El Uvero se localiza en el actual municipio de Guamá, en la provincia de Santiago de Cuba.

Después de varios meses de haberse producido el reinicio de la lucha revolucionaria tras el desembarco de los expedicionarios del Granma, y la reorganización de la tropa rebelde y de entrenamiento de los nuevos combatientes, sobre todo de aquellos que procedían de la ciudad y no estaban acostumbrados a la vida en la montaña, Fidel Castro consideró que el Ejército Rebelde se hallaba en condiciones de enfrentarse exitosamente a los soldados de la dictadura.

Tras el triunfo de la Revolución al escribir acerca de sus vivencias en la guerra de liberación nacional, el Che evocó la significación que tuvo el combate de El Uvero para la tropa rebelde y al respecto expresó:

“Para nosotros  fue además, la victoria que marcó la mayoría de edad de nuestra guerrilla. A partir de este combate, nuestra moral se acrecentó enormemente, nuestra decisión y nuestras esperanzas de triunfo aumentaron también, simultáneamente con la victoria y, aunque los meses siguientes fueron de dura prueba, ya estábamos en posesión del secreto de la victoria sobre el enemigo”.

Una vez concluido el combate del Uvero, el Che tuvo su reencuentro con su profesión de médico al atender a los heridos tanto a los combatientes rebeldes como a los soldados del régimen  dictatorial.

Al rememorar ese instante en el trabajo que publicó años después en la revista Verde Olivo, en la edición correspondiente al 4 de febrero de 1962: “El reencuentro con la profesión médica tuvo para mí algunos momentos muy emocionantes”.

El Che recordó que atendió primero a uno de los integrantes del ejército Rebelde  que se hallaba muy grave porque una bala tras haberle partido su brazo derecho y atravesar el pulmón aparentemente se le había incrustado en la columna y le había privado del movimiento en las dos piernas.

“Su estado era gravísimo y apenas si me fue posible darle algún calmante y ceñirle apretadamente el tórax para que respirara mejor”. Precisó el Che que trataron de salvarlo de la única forma posible, es decir dejarlo en poder de los soldados contando con la garantía del honor del médico de atenderlo porque era imposible poder trasladarlo. Igualmente detalló el Che que cuando se lo comunicó al combatiente éste:

“Me saludó con una sonrisa triste que podía decir más que todas las palabras en ese momento y que expresaba su convicción de que todo había acabado. Lo sabía también y estuve tentado en aquel momento de depositar en su frente un beso de despedida pero, en mí más que en nadie, significaba la sentencia de muerte para el compañero y el deber me indicaba que no debía amargar más sus últimos momentos con la confirmación de algo de lo que él ya tenía casi absoluta certeza.”

En los días posteriores al combate del Uvero, Fidel encomendó al Che el cuidado de los combatientes rebeldes que se hallaban heridos.

Fue así cómo se decidió que en la práctica se creara otra pequeña Columna que sería dirigida por el Che, la que con el decursar de las siguientes semanas se fue nutriendo con otros combatientes y estuvo en condiciones de librar en forma exitosa enfrentamientos con los soldados de la dictadura batistiana, como serían los acaecidos en las zonas de Bueycito y El Hombrito, respectivamente. (Fuente/Cubadebate, ACN y Radio Rebelde)

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