Sin perder la raíz

Según estadísticas el Consejo Popular Sierra Caballos tiene una población de 7 370 habitantes, aunque a nosotros se nos antoja decir que somos unos pocos más.

Y digo somos porque pese a que muchos residan en otros rincones de esta Isla, desde hace tres décadas la colmena laboriosa de trabajadores del periódico decidimos hacer de este pedacito nuestro hogar.

Atrás quedan las huellas de varias generaciones y las más veteranas cuentan las historias de cuánto ha cambiado esta parte de la ciudad a la que un día llegó el Victoria, echó raíces y se dejó querer por los pobladores.

Canarreos
Víctor Piñero Ferrat

Para quienes viven en Sierra Caballos no somos extraños sino un grupo más de la comunidad. Nos preocupamos ante cualquier problema y disfrutamos por igual de sus logros.

Recorrer los barrios en busca de los héroes anónimos o las indisciplinas censurables nos hacen estar más cerca de la gente, de sus intereses y necesidades, nos da una razón de ser.

Aquí somos el amigo/vecino/periodista a quien es habitual preguntarle por la veracidad de una información o profundizar en ella, alabar un trabajo, emitir una queja o hacer una crítica constructiva con la seguridad de que será bien recibida, interiorizada o canalizada.

A punto de cumplir 50 años, con un colectivo tan variopinto como comprometido, cuando ya somos como diría Ricardo Arjona “la amalgama perfecta entre experiencia y juventud” no podíamos más que mirar a nuestro alrededor y agradecer al lugar que por tanto tiempo nos ha acogido y donde fuimos merecedores del Premio del Barrio, entre otros lauros que devienen compromiso. Por eso al calor de la celebración no faltó el encuentro con los lectores en calle 11, donde el Victoria se nutrió de valiosos criterios para redoblar la marcha.

En estos parajes entre el río y la sierra no sólo hallamos cada día el sitio por donde primero amanece en Nueva Gerona, sino también escenario de permanente alborada en todos los ámbitos: un tesoro del quehacer comunitario que hermana, alienta, contagia e ilumina.

Dicen que quien no pierde sus raíces tendrá siempre un lugar al que volver cuando lo convulso de este mundo le agobie y esta barriada y nuestro centro son eso, un lugar al que muchos vuelven sin importar los años porque aquí quedan los amigos, los amores, las historias de risa y llanto, las calles, las casas, la parada e infinitos recuerdos.

Entre el salobre río y su orografía marmórea, que vieron los ojos de Martí al despedirse de este remanso insular, e imprescindible hoy para las telecomunicaciones, los pobladores atesoran potencialidades insospechadas cohesionados por su Consejo Popular, y son artífices de la fortuna que agiganta esta comarca donde cabalga la vida nueva.

 

 

 

 

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Yenisé Pérez Ramírez
Yenisé Pérez Ramírez

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana

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