El mismo perro con diferente collar

Hace 84 años, cuando los gobiernos de Estados Unidos(EE.UU.) y Cuba firmaron el 29 de mayo de 1934 un Tratado Permanente de Relaciones Recíprocas, quedaba “abolida”, la Enmienda Platt.

Su derogación respondió a la marea revolucionaria que derribó a la dictadura de Gerardo Machado, sin embargo, su anulación no puso fin a más de tres décadas de hegemonismo de EE.UU.que mantenía su dominio político, militar, comercial y económico sobre la Mayor de las Antillas, podía ocuparla cuando lo estimase conveniente y establecer bases carboneras en territorio cubano, como la de Guantánamo, devenida en base militar.

Ningunas de las humillantes condiciones se eliminaron en el nuevo documento, solo que fueron redactadas un poco más sutilmente. La Enmienda y el Tratado eran el mismo perro con diferente collar.

Reforzó lo anterior la existencia de una clase gobernante y una oligarquía criolla entreguista y en su mayoría corrupta, enriquecida a costa de la venta del patrimonio del país al capital foráneo.

Una necesaria mirada atrás en el tiempo conlleva a recordar que la Enmienda Platt surgió como un apéndice al proyecto de Ley de los Presupuestos del Ejército aprobado por el Congreso de EE.UU.,  e impuesto como parte del texto de la  Constitución de la República deCuba, elaborada por la Asamblea Constituyente de 1901, bajo el chantajede que si los constituyentitas no aceptaban la oprobiosa cláusula, la naciónseguiría ocupada militarmente.

Los participantes en la referida Asamblea –conformada por delegados electos por el pueblo–aprobaron el ignominioso engendro y el precio fue el nacimiento en 1902 de  una república neocolonial convertida en una especie de protectorado de la poderosa potencia dispuesta a extraerle todas sus riquezas.

Quedaron para la historia, entre otras posiciones dignas, la asumida por Juan Gualberto Gómez, patriota de gran historial y prestigio,cuando alzó la voz en la Asamblea Constituyente para condenarla Enmienda Platt y alertar que aceptarla equivalía “(…) a entregarle a los norteamericanos la llave de nuestra casa para que puedan entrar en ella a todas horas, cuando les venga el deseo, de día o de noche, con propósitos buenos o malos(…)”.

Ya instaurada la república, desde sus posiciones de representante a la Cámara como la de Senador sostuvo una prédica permanente contraaquella humillacióne influyó en la concienciade los cubanos, quienesmuestran su voluntad independentista en esos años.

Tendrían que transcurrir 25 años más hasta enero de 1959 para que Cuba erradicara los tratados con Estados Unidos, declarándose nación soberana y dueña para siempre de su destino.

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Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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