La Isla, mi felicidad

Foto: Gerardo Mayet Cruz

En el barco Jibacoa arribó a esta tierra de leyendas el santiaguero Ireno Rodríguez Verdecia con18 años. No lo trajo un familiar ni vino por naufragio, llegó movilizado en julio de 1965 como parte del segundo llamado del Servicio Militar Obligatorio.

Partieron del puerto en camiones hacia Siguanea donde los recibió el Comandante Antonio Sánchez Díaz, jefe de la Región Militar de Isla de Pinos. Pasaron rápidas 45 jornadas de entrenamientos y  marchas. La influencia formadora de Pinares dejó una huella en cada uno.

Ubicaron a lreno en playa Bibijagua en una compañía de Infantería, cuyos reclutas cuidaban el litoral, sacaban los presos al trabajo y cumplían con las labores agrícolas para el desarrollo territorial.

“Íbamos a Ciro Redondo, Mal País, Frank País, La Reforma…, donde sembramos mucha pangola y kudzú que luego recogimos a machete limpio”, recordó Rodríguez Verdecia.

“Ambos resultaban excelentes pastos para la alimentación de las reses y mejor comportamiento reproductivo de las vacas. También resembramos el cocal de La Melvis”.

“Pero casi todo desapareció cuando en junio de 1966 el huracán Alma destruyó la ganadería, plantaciones, granjas…Ya no estaba el Comandante Pinares a quien el Che eligió para acompañarlo a las selvas bolivianas, donde se convirtió en el guerrillero Marcos.

“A mí y a otros dos compañeros nos pasaron a la unidad de Comunicaciones del Estado Mayor de las FAR en La Jungla para recibir un curso integral pues hacía falta dominar complejos equipos, sin dejar de apoyar en el campo.

“Al cabo de tres o cuatro meses designaron a Arturo Lince González  a dirigir el Plan Especial Camilo Cienfuegos, para el rescate de los planes pecuarios, citrícolas, vianderos, apícolas y garantizar la alimentación del pueblo…Fue preciso traer contingentes de toda Cuba con el compromiso de los jóvenes de trabajar dos años en la agricultura para Reconstruir lo perdido y avanzar mucho más.

“Ya llevaba más de un año en mi condición de comunicador cuando en la unidad me proponen para integrar en ese octubre de 1967, la columna Camilo-Che que de manera excepcional no realizó el tradicional recorrido de Oriente a Occidente, sino que vino a la Isla por la necesidad de fuerza de trabajo y conforman la del Che y la de Camilo, a la cual me incorporo.

“Sumamos unos tres mil columnistas que empezábamos a guataquear a las cuatro de la madrugada y movíamos el campamento según avanzábamos en la siembra de los viveros de cítricos desde Patria hasta Argelia Libre y por el área del aeropuerto. Manifestábamos alegría, buen humor, las bromas, cantábamos y manteníamos una fraternal emulación que hacía más llevadera la vida.

“Nunca podré olvidar cuando Fidel nos visitó en los toronjales, nos preguntó qué queríamos estudiar…, ni cuando inauguró en 1967 la primera obra de la Revolución Hidráulica, la presa Vietnam Heroico, en que nos convenció a todos los que le pedíamos de llamar al territorio Isla de la Juventud, que ese debía ser un reto por el que había que trabajar mucho aún para transformar este lugar que heredaba tanto atraso, y así fue, no solo desarrollamos la agricultura, también construimos industrias, viviendas…

“Tampoco podré dejar de recordar cuando 11 años después vino a presidir el acto en que fue proclamado el nombre de Isla de la Juventud el 2 de agosto de 1978 en el Presidio Modelo, con la concurrencia de los protagonistas de esa obra, los jóvenes en quienes supo confiar siempre, y los estudiantes de África, como expresión del internacionalismo que también dio otro contenido a la nueva isla…

“A pesar de tener disímiles características como grupo generacional nunca estuvimos ausentes de la heroicidad del combate y el trabajo, desarrollamos una conciencia de productores, nos hicimos inmunes al cansancio, fuimos abriéndonos paso frente a todos los obstáculos.

“En cuanto a mí, logré convertir una aspiración inicial de querer ser chofer en alcanzar un título universitario al graduarme de Licenciado en Ciencias Sociales e Historia, también ocupé responsabilidades en el Comité Municipal de la UJC y en el Partido, aunque el premio mayor ha sido a mis 71 años mantener un amor duradero de casi cuatro décadas y recibir el cariño de mis hijos y nietos, la familia que aquí construí y con la que he vivido inolvidables momentos de felicidad en esta hermosa Isla dela Juventud, donde hallé el camino que dio sentido a mi vida”.

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Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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